Entrevista
Realizada por: Alejandro Vetrini
Programa: En Voz Baja
Emisora: 101.1FM

Cuando se estudia el renacimiento y la organicidad de las artes, la literatura, la pintura, las manifestaciones artísticas en general, usted es un vivido ejemplo de integración. Además de ser un maestro de las artes plásticas usted también es un maestro de la poesía. ¿Podría introducirnos en ese mundo de las letras, instrúyanos usted mismo acerca de su obra en general?

Estas son cosas en las que uno se va involucrando a medida que los acontecimientos suceden, no es que uno tenga un programa preestablecido sino que las cosas se van dando. Naturalmente, yo parto del hecho picartestórico, yo he apostado mi vida a la pintura que siempre me ofrece nuevas oportunidades, nuevos desafíos y abre nuevos proyectos y campos distintos en si misma, por eso nunca diré que la pintura se terminó, como afirman algunos.

Para mí nunca termina porque cada día me presenta posibilidades nuevas, es como algo que persigues y cuando crees que lo has alcanzado se aleja más allá. Es continuidad vital que te pone siempre en el punto de partida, de ahí que uno pueda conservar la juventud mental y espiritual a partir de esos incentivos. Yo no me siento en la culminación de un proceso ya terminado, por eso cuando me llaman maestro es muy enaltecedor y satisfactorio, pero yo no sé.... porque al maestro George Braque cuando lo llamaban así decía: “yo no soy maestro, el último maestro fue Cezanne él tenía algo que enseñar. Después de Cezanne la pintura se convirtió en un ‘sálvese quien pueda’ ”. Esto quiere decir que ya no había normas establecidas sólo la imaginación y creatividad de cada artista en función de su talento, de su inteligencia o de sus estudios, porque la pintura es un proceso de estudio permanente.... Aunque muchas gracias por decirme maestro.

También hay una anécdota de la filosofía zen en la que el alumno le pregunta a uno de sus maestros: Maestro como voy a saber yo cuando seré un maestro, y éste le responde: cuando lo seas lo sabrás y no tendrás que preguntárselo a nadie.

Es la misma persona la que se califica, es obligación de uno conocer sus virtudes, sus carencias y aceptarlas.

Lo que ha pasado conmigo es eso, que de una cosa ha salido la otra y las he asumido y las he aceptado, yo no tengo por que mutilarme. Yo empecé, naturalmente, con la pintura. Desde joven obtuve la mayoría de los premios más importantes que se daban en el país, el Otero Viscarrondo, el Boulton, el Planchart, gané el Premio del Salón D’Empaire, y eso lo que hacía era darme nuevos incentivos y compromisos.

Igualmente, me puse a escribir sobre arte porque la pintura me enseñó no sólo a pintar sino también a pensar.

Para mí la pintura es creatividad total, en el sentido de que me obligaba a otros incentivos culturales, me aproximó a la música, a la filosofía y trataba de expresar y comunicar eso, lo que no significa que yo, a manera preconcebida, me había calificado como escritor o como pintor.

Uno es lo que tiene y las cualidades que tiene, ellas afloran y existen, son realidades y se cultivan.

Yo he sido consecuente con mis cualidades y ellas me han obligado a estudiar otras cosas, yo siempre he sido un estudioso permanente del arte, cosa que naturalmente les aconsejo a los jóvenes, para que se formen una conciencia propia y no se dejen manipular.

De hecho, había quienes se molestaban conmigo porque yo escribía. Un arquitecto amigo me decía: “Manuel, pero por qué te pones a escribir. Dedícate a pintar los cuadros y más nada”, yo decía: “bueno, es inevitable”.

Yo al escribir estoy pensando, estoy aclarando ideas y las estoy comunicando, además yo no me puedo castrar, ni inhibirme, tengo que dejar que las cosas afloren porque uno las tiene. El hecho de que Picasso o Reverón no escribieran no significa que sea una norma general, ellos no lo hacían porque no querían o porque no era su disposición.

En un momento dado era mal visto lo que se llama un pintor culto, porque se suponía que un pintor debía ocuparse de la pintura y ser un poco rústico. Jorge Luis Borges decía: “Un pintor debe ser algo inocente”, pero él no era nada inocente, era culpable porque la carencia de inocencia es una forma de culpabilidad. Los jueces siempre le preguntan a los reos: ¿usted se declara culpable o inocente?, generalmente dicen inocente, pero también pudieran decir ignorante o “yo no sé nada”, porque el que ignora no es responsable.

Yo una vez escribí un artículo humorístico, el cual fue publicado en El Nacional en Papel Literario, que se llamaba El Elogio a la Ignorancia.
Podría llegarse a un punto, en la que la gente fuera tan culta, tan capacitada e instruida que algunos, tal vez los más rezagados o los más ambiciosos espiritualmente pedirán al gobierno sólo dos derechos: el derecho a la soledad y el derecho a la ignorancia.

Dicen Leonardo Da Vinci recomendaba eso…

Sí, lo recomendaba pero no lo practicaba. El se metía en demasiadas cosas, yo creo que el gran Leonardo perdió mucho tiempo haciendo máquinas y tratando de demostrar que era un científico y por eso pintó tan poco.

Creo que duró pintando la Mona Lisa como veinte años, claro si pintaba sólo cinco minutos, lo demás era ingeniar máquinas y dibujos bellísimos, más de lo que él decía porque a fin de cuentas... Copérnico o Galileo fueron científicos de verdad y él demostró su brillo en actividades que adornaban su condición de pintor.
Ahora si Da Vinci hubiera pintado más cuadros tendría más obras.

Seguramente Da Vinci tenía ese necesidad de incursionar en otras cosas…

Claro, eso es lo que te venía diciendo seguramente él tenía ese deseo de hacer cosas que estaban en él. Él quería descubrir la aviación, pero no se dio cuenta que para eso se necesitaba el combustible, entonces hacía unos manuales de alas y cosas de esas… la ciencia es una cosa que se basa sobre otra ya existente, por ejemplo para enviar naves a la luna tiene que existir el combustible, los metales, etc., los cuales surgieron con el tiempo.

Leonardo tenía esas inquietudes, era un hombre que presentía la sabiduría. ¿Sabes a que se llama topus uranus? A una zona del infinito divino donde están todas las almas y la sabiduría. Las almas cuando se encarnan, algunas tienen remembranzas de esa gran sabiduría y por eso se producen las grandes iluminaciones.
Cuando se producen esas iluminaciones, cuando uno hace una cosa —y no me estoy incluyendo en esto— se pregunta: ¿pero esto lo hice yo realmente? Ahora enseñar a hacerlas es algo muy difícil porque el alumno tendría que haber pasado por las mismas cosas que esa persona. Picasso decía: es muy difícil que alguien pinte ese cuadro, tendría que vivir lo que yo he vivido, tener lo que he tenido, poseer lo que poseo y carecer de lo que carezco....una situación singular para que eso se produzca, es irrepetible.

Esa es la singularidad del arte, que es un acto único, transferible en cierta manera, y que no es cuantitativa sino que es un problema de cada quien.

Yo recuerdo una obra suya muy emblemática dentro de las artes plásticas venezolanas, que además marcó sus comienzos, me refiero a Cúpira…

Los críticos, el público fino considera Cúpira una obra emblemática de mis trabajos, porque con ese cuadro yo entro oficialmente a la pintura.
Aunque desde la adolescencia pintaba tuve un proceso de bajo perfil, deliberadamente, yo pensaba que hasta que no tuviera algo importante me mantendría viviendo no de la pintura, sino para la pintura.

No me importó tener que trabajar en muchas cosas, siempre y cuando no tuviera que comprometer la pintura en ninguna cuestión de naturaleza laboral ni doméstica, era una forma de libertad. Entonces ese cuadro se produjo así como una iluminación, eventualmente se hizo por sí mismo y yo sólo fui un instrumento para que se manifestara.

Carlos Silva —mi amigo que en paz descanse— un hombre muy lúcido que se aproximó bastante a mi obra, decía que ese cuadro era un daimond. Un daimond no es un demonio, sino como un duende, una especie de misterio, de cosas que preexisten y que se manifiestan a través de alguien que es como una antena. Entonces en ese caso, yo no me expresé a través de la pintura sino que la pintura se expresó a través de mí con ese personaje porque cuando yo lo estaba pintando salía de una manera tan espontánea y natural que después no lo pude hacer más.

Con ese cuadro como te decía yo entré oficialmente a la pintura venezolana porque ganó el premio Enrique Otero Vizcarrondo en el Salón Oficial de 1955. Ah! y también fui candidato al Premio Nacional de Artes Plásticas ese mismo año, ese era un cuadro que yo percibía como importante.
Se dijo que yo era desconocido, no gané el premio, hasta hubo alguna gente que pensó que yo era un español, o que venía de afuera por el prejuicio aquel de que aquí no se puede hacer nada.

Lo más curioso es que quien me lo explicó llegó a ser maestro de escultura en la Escuela de Artes Plásticas, jurado en ese momento me dijo: Mira Manuel allá hay un cuadro que nos tiene locos porque es muy bueno, ¿de quién será? Pensamos que era de un español… y yo le dije: maestro es ese cuadro es mío, el respondió: ¿tuyo? Ah! es que tu eres ese Quintana Castillo! (risas).

Considero que era uno de los cuadros más importantes que había en ese Salón del año 55 , y no es porque fuera mio. Perdón si me estoy poniendo un poco pedante…

No, todo lo contrario… está aclarando muchas cosas. Adriano González  León llegó a decir acerca de ese cuadro, Cúpira: “En la pintura estalló un aliento alucinatorio y los espectadores pudieron entrar en una especie de disipación sensorial, pues hasta el olfato estaba en juego frente a ciertas figuras de mujeres que alargaban sus brazos o su incendio interior”. ¿Qué opinión le merece a usted estas palabras del admirado González León?

Me siento muy orgulloso de haber mantenido una amistad fraternal desde la juventud, desde los tiempos del grupo Sardio, con ese gran escritor venezolano. Me parece que Adriano precisó, con la lucidez y la sensibilidad que lo caracteriza, el alcance del cuadro, hasta el olfato está comprometido.

Usted mencionó el grupo Sardio, vamos a acercarnos a el pero a través de la obra Cúpira porque de cierta manera se convirtió en un símbolo, en un elemento alrededor del cual se unieron pensadores, escritores, artistas plásticos venezolanos y dieron pie a esta reunión de talentos a través de ese grupo. Háblenos de esa experiencia, ¿cómo fue? ¿cómo surgió el grupo Sardio?

Cúpira fue un cuadro que me abrió las puertas incluso dentro del mundo intelectual. Y tuve muchas amistades intelectuales desde la juventud, antes de conocer al grupo Sardio tuve amistad con Oswaldo Trejo, Omar Salazar Meneses, Mario Torrealba, Alfredo Armas Alfonso, una cantidad de intelectuales, naturalmente yo me aproximé a ellos con gran respeto…

Disculpe, según he leído usted tuvo influencia de Mariano Picón Salas, ¿no?

No, Don Mariano fue un hombre muy ilustrado, no fue un creativo en el sentido de la palabra, un escritor como Oswaldo Trejo, Adriano González León o Garmendia, él fue un gran cronista, una especie de Alfonso Reyes venezolano —un pensador, un erudito—. Su ensayo sobre Francisco de Miranda fue genial, tendrían que reeditarlo y distribuirlo. Don Mariano fue uno de nuestros grandes pensadores, de los que sería bueno hacer una especie de rescate. Hay que rescatar nuestra historia, no hay que borrarla ni olvidarla, me preocupa que se borre la historia, que se borren los nombres y la gente por un sentido esnobista de la vanguardia y de la novedad.

Hay que rescatar nuestro patrimonio cultural y ese debe ser uno de los objetivos de nuestra política cultural. Nosotros no podemos permitirnos el lujo de prescindir ni de borrar nada. Si para los europeos el arte abstracto fue una revolución, para nosotros es una conquista. Nosotros por el hecho de la aparición de ese tipo de arte no podíamos borrar la Escuela de Caracas, nosotros estamos haciendo acopio, estamos haciendo la cultura de este país y la de América Latina, de paso.
Eso no lo tienen los europeos y los que están frente a una cultura hecha, nosotros tenemos la capacidad de inventar, no estamos amarrados a un ancla de una tradición que pesa demasiado. Tenemos que recuperar un poco la inocencia y la ignorancia y enfrentar al mundo como si estuviera comenzando. Hay que interiorizar lo que existe alrededor y partir de nosotros mismos, no al revés.

Estábamos hablando de Cúpira… sí, es verdad, fue un cuadro emblemático para mí. Además muchas personas se me aproximaron, establecí amistades que además de darme orgullo— son de mucho provecho y estímulo intelectual. Entonces no es que yo me incorporé a Sardio, si no que Sardio me incorporó a Sardio, porque ese cuadro dio en el clavo en el aspecto de las artes plásticas, en lo que se llamaba Realismo Mágico, área que también había cultivado Oswaldo Vigas y Mario Abreu, entonces yo la cultive a mi manera e impactó a esos poetas, al igual que otro cuadro mío que se llama La Tejedora de Nubes.

A través de esos cuadros ellos se aproximaron a mí. Adriano fue alguien que se anticipó a García Márquez, sin establecer comparaciones pues Cien Años de Soledad es una gran novela, porque el plantea el realismo mágico antes que él. Incluso me parece que las hogueras más altas de Adriano González León es una cosa mucho más íntima que El Reino de este Mundo de Alejo Carpentier, porque él escribía como un erudito, incluso se dice que Carpentier no tenía diálogo. Él tenía una columna, llamada Letra y Solfa, en El Nacional y llegaba, se sentaba en la máquina y taca, taca, taca… pin!, escribía de corrido. En fin… Carpentier estuvo en Venezuela, fue un gran maestro… aunque no fue extensivo aquí se estaba haciendo el realismo mágico en artes plásticas, pero Don Alejo nunca se acercó a uno.

¿Cómo se puede definir el Realismo Mágico en la pintura? Cuando quizás todavía no se sabía lo que era…

El término Realismo Mágico lo inventa un alemán de apellido Roth para referirse al expresionismo alemán, se llama German Roth. Eso está recogido en un libro de Monteavila, que cuando me acuerde te digo el autor, …lo que sí te puedo decir es que eso fue a principios de siglo. Luego, ese término pasó al terreno de la literatura.

¿Qué define el término realismo mágico?

Ese término define las cosas que se producen en las colectividades que están al margen del proceso racional o del proceso intelectual. Es lo espontáneo, lo que pertenece a determinadas colectividades, pueblos o individuos.

No es Surrealismo, el realismo mágico nuestro es una cosa diferente. El grupo Sardio digamos que tenía una fidelidad al surrealismo francés, pero yo percibí que nosotros no teníamos nada que ver con eso porque era un movimiento de una élite intelectual francesa que se movía en una atmósfera de un esteticismo práctico. De allí surgió el término Poeta Maldito cuyo último destino debe ser el suicidio, la muerte y la destrucción, no la felicidad. Ese era el síndrome de los poetas malditos, muchos de los cuales por asumir ese síndrome se perjudicaron. Lo que te quiero decir es que el surrealismo tiene una etiqueta trágica y el realismo mágico no, es imaginación pura, de la que tenemos. En América Latina floreció de manera natural y espontánea, no es un hecho intelectual sino un hecho vital, eso fue lo que se asumió aquí con el realismo mágico y en literatura lo comenzó a hacer Adriano González León.