En la serie Des-Trames de Asdrúbal Colmenárez, lo tradicional y lo contemporáneo convergen en la asociación de la trama, del tejido, el Ready Made, el trazo mecánico de la máquina y la fusión de técnicas, estilos y materiales diversos. Estos sentidos se revelan en piezas como Des-trames-1, donde el creador se incorpora a la obra a través de imágenes fotográficas y despliega una biografía existencial. Recurso que también se evidencia en otras piezas, donde su fotografía serializada está presente en diversas áreas del cuadro, una repetición que revela una de sus pasiones e inspiración: el cine. Razón por la cual en ocasiones se percibe en sus cuadros la sensación de encontrarse ante fotogramas.

Al incorporar su individualidad a la obra mediante fotos marcadas por sellos de pasaportes testimonia al carácter cosmopolita que caracteriza su vida y formación artística. En 1968 se traslada de Trujillo a París, mientras en Venezuela se vive un salto atávico y de confusión ideológica como lo fue la insurrección inspirada en la revolución Cubana; en París se vive el episodio de mayor efervescencia creativa de Europa en el siglo XX «el mayo francés» con su consigna de «la imaginación al poder». Se radica en París y llega a ser profesor en la Universidad de París VIII donde dictan cátedra Michel Foucault, Gilles Deleuze, Frank Popper, entre otras eminencias, un lugar de la vanguardia intelectual europea, pero no por esto se ausenta de Venezuela.

Los retratos integrados a la serie se acompañan de trazos gestuales cuya semejanza con las firmas, se asocia a los diversos roles que caracterizan nuestra vida. El artista convierte la obra en un espejo de sí, muy de cerca con el mito griego de Narciso, pero mediante una relectura: ya no es el adormecimiento de la conciencia crítica que nos mata simbólicamente ante el enamoramiento de nosotros mismos. Colmenárez plantea el uso del espejo para aprender a conocerse y asumir una conciencia crítica, herramienta esencial para actuar sobre nuestra realidad individual y colectiva. Es empezar a vivir en lugar de ser vivido, pensamiento que desarrolla el filósofo José Ortega y Gasset, en sus Meditaciones del Quijote, al afirmar: «Yo soy Yo y mis circunstancias», y añade si no las salvo, tampoco me salvo yo. Este sentido estético es un eco de nuestro tiempo, donde la realidad se nos presenta dominada por la saturación de información, la globalización y las nuevas tecnologías que pueden enceguecer o liberar la conciencia. Milenio pleno de contradicciones que exige una participación activa y un despertar de la capacidad de conocimiento interior y de las circunstancias en las que existimos. ¿Es el arte capaz de provocar esta dinámica?, no se puede responder enfáticamente, pues para lograr este objetivo debería superar la noción del arte por el arte y que la dimensión estética provoque un choque cognoscitivo a través de la transgresión de los límites que se ha impuesto el arte contemporáneo. Será éste uno de los mensajes de Marcel Duchamp cuando deja de crear y se dedica a jugar ajedrez en los tableros del Central Park de Nueva York, afirmando con su hacer que el juego mental es uno de los destinos posibles del arte contemporáneo. Asdrúbal Colmenárez lo asume con los Alfabetos Polisensoriales (1971-1978), en los que a través de la participación de los sentidos se transforma la reciprocidad como vía de aprendizaje y activación sensorial.

La vida es arte, por tanto es una de las fuentes de inspiración para el artista contemporáneo, así lo cotidiano y el azar motivan al creador. En la serie Des-trames este instante brota cuando el artista observa una tela destramada que con sus hilos ejecuta sus movimientos al ritmo del viento, se percató de que no se perdían las formas impresas en la tela, sino al contrario nacía una situación visual, donde la ausencia se transformaba en presencia y la bidimensionalidad era burlada.

«Me considero un artista postmoderno, pues no sigo un estilo y trato de no copiarme a mí mismo. No busco hacer una obra, busco la creación per se. Finalmente soy más un creador primitivo que intelectual, ante todo deseo divertirme haciendo las cosas, y me da placer hacerlas con las manos».
Asdrúbal Colmenárez

No es la primera ocasión en la que profundiza en esta temática, tal como se presentó en sus viviendas efímeras o Iglúes: una trama constructiva de hilos enrollados sobre sí mismos y endurecidos con hojas de papel periódico. Este material cotidiano se transforma en materia para refugios o cobijos improvisados, el momento en que la pieza asume la tridimensionalidad y se vincula a una problemática actual: los nómadas que habitan nuestras urbes y la estética que crean en su búsqueda por sobrevivir en laberínticas ciudades. Una de estas piezas se presentó en la colectiva Urdimbres e indumentarias, en lo que fuera el Museo Jacobo Borges, fragmentos de este tejido también son incorporados a varias de sus obras pictóricas de la serie Odyssée Night.

Es este un lenguaje visual que más que responder a una lógica interna, surge como resultado de la experimentación de taller, como vía para percibir los límites de los materiales. Se hace eco de su tiempo con la incorporación estética de nuevos materiales y técnicas. Esto ocurre en el objeto encontrado de la tela deconstruida como parte de la cotidianidad, que transmite transparencia, y elementos plásticos azarosos entre los que se encuentran las formas impresas que van desde diseños florales, cartografías, animales, cómics que acompaña de caligrafías con plantillas, calcomanías, gestos pictóricos, sellos, fotografías y fotocopias. Heterogeneidad movida por el deseo de utilizar materiales diferentes para unir texturas y naturalezas completamente opuestas. Una consecuencia de su visión de la armonía, que logra por contraposición y no por semejanza.

«La armonía se consigue en la naturaleza por contraste, no por afinidad. Por ejemplo, en un peñasco muy violento y fuerte es común ver como emerge un arbusto que florece, algo insignificante logra burlar la dureza de la roca. Pero esa florecita no se puede quitar ni poner y ésta es para mí una composición perfecta. Ese contraste lo consigo en la pintura mezclando estilos, y sobre todo en la escultura mezclando materiales».
Asdrúbal Colmenárez

Otro de los recursos que caracterizan este lenguaje visual es lo inacabado. En esta línea encontramos los hilos suspendidos, las áreas sin pintar, los taches…, elementos que crean un caleidoscopio de heterogeneidad. Metáfora de una civilización caracterizada por la convivencia de la multietnicidad y la multiculturalidad, donde se hace urgente el concepto ético de la tolerancia. No sólo los materiales y técnicas del artista nos hablan de esto, sino principalmente sus temáticas, como en las series Mare Nostrum, Latencia Nómada, y las inspiradas en obras literarias universales, entre las que destacan la Odisea, Edipo Rey, la Divina Comedia, y Justine, es ésta una aceptación de lo diverso como parte de nuestra humanidad.

«Creo que la obra de arte debe tener fallas, los hindúes dicen que precisamente son las fallas, las que hacen una obra interesante. Porque piensan que la perfección no debe existir, porque creen que solamente debe ser perfecto Dios. Inclusive en muchas obras cuando me equivoco, las tacho y dejo todos los defectos, pues si comienzo a corregir se rompe el trance creativo... Y la mayoría de los artistas entran como en un trance al crear».
Asdrúbal Colmenárez

Entre las vanguardias postmodernas existe una ruptura con el arte seriado o estilísticamente homogéneo, noción propia del movimiento Fluxus, donde lo esencial no es ser consecuente con un estilo, sino que las obras sean resultados de la multidisciplinariedad y heterogeneidad que domina la cotidianidad, es la búsqueda del arte total. Eco de la contemporaneidad donde lo efímero, la novedad y el cambio continúo prevalecen gracias a una concepción del progreso basada en el crecimiento ilimitado. Esta noción se explica en Sol Lewitt (1928-2007), quien plantea que la obra es la idea, y lo que se desea destacar es el acto de creación. De ahí que las obras de este artista no eran realizadas por él, sino por sus colaboradores y a su vez poseían carácter efímero. Dentro de este marco conceptual podemos ubicar el fundamento de Asdrúbal Colmenárez.

Des-trames nace del azar y de un proceso experimental propio del acto creativo, el artista perseguía la idea de producir una obra donde la vista percibiera la tridimensionalidad no a través de tensiones cromáticas, y la encontró al pasar la vista a través de la tela destramada, y conjugar este plano visual al fondo del lienzo intervenido con el lenguaje plástico propio del artista, junto con trazos de dibujos de máquinas generados mediante su manipulación y no por una programación determinada, incorpora así el espacio al plano bidimensional del cuadro. Lucio Fontana (1899-1968) concluyó, en su investigación sobre el espacio y la obra pictórica, que la posibilidad de incorporar el espacio al plano se revelaba si atravesaba la tela, perforándola e incorporando así el vacío al cuadro. Tajó los lienzos de sus pinturas y creo la serie que denominó Arte para la Era Espacial. Esto fue una fuerte transgresión estética en su contexto histórico. A su vez Lucio Fontana fue el autor, luego de su retorno de Italia a Buenos Aires, del Manifiesto Blanco, en el cual sostiene que:

«La materia, el color y el sonido en movimiento son los fenómenos cuyo desarrollo simultáneo integra el nuevo arte».
Lucio Fontana

La tela impresa es la base de esta serie, objeto cotidiano que descontextualizado de su función, de ser materia prima para fabricar indumentarias, es convertida por la ironía y el humor en obra de arte, introduciéndose aquí las categorías propias de la obra de Marcel Duchamp (1887-1968) y el dadaísmo. Los Des-trames poseen diversos niveles de densidad significativa y visual, estos rasgos la asocian al Gran vidrio de Marcel Duchamp, donde la vista atraviesa la obra y se percibe lo que está detrás; que en esta serie se logra por la tensión entre visibilidad e invisibilidad de las telas impresas que al deconstruirse mantienen las huellas de su existencia anterior (los diseños que poseían). Incorpora así la categoría del tiempo a la obra y enfrenta al espectador a las huellas de lo que fuera la tela, en una existencia anterior, pues a pesar del destramado permanecen sus presencias anteriores.

El fondo pictórico intervenido sobre el que se colocan las capas de transparencias, patentizan el problema del espacio al añadirlo al plano y traer la tridimensionalidad a la bidimensionalidad. En el lienzo se delatan el gesto pictórico, propio de su lenguaje visual, con pinceladas desenfadadas, espontáneas, que coexisten con trazos de ritmos seriados creados por máquinas. De nuevo se hace eco de Marcel Duchamp y su concepto de la máquina pictórica, como objeto integral presente en obras obras como “Desnudo bajando una escalera N° 2”, 1912, donde se asume la simultaneidad del movimiento, y la pieza parece un autómata articulado, más que un desnudo es expresión de las vanguardias experimentales.

Si se encuentra una obsesión en esta propuesta, es una categoría y no una temática o estilo, tal como es el juego desde diversas perspectivas, que se encuentra presente de una u otra forma en cada una de sus etapas, en los juegos de palabras y significaciones que crea en “Destramadas-II”, al introducir elementos irónicos como la tira del cómic, que señala diversos niveles de significación. Fundamentalmente la violencia en que vivimos sumidos (introduce un puño cerrado y golpeante en diversa piezas), y plantea lo absurdo del mito contemporáneo del superhéroe, que promueven la Pasividad ante el paradójico contexto en que estamos inmersos en el ámbito local y mundial. Pero también nos aborda con un entramado lúdico activo en los Psicograffittierra, los Táctiles Psicomagnéticos o con el juego e ironía que comunica con la suma de cartografías inexistentes en la serie de Mare Nostrum y en Latencia Nómada.

En el juego, el participante se abandona al generar un espacio y tiempo que rompe con todo lo que lo rodea, es un estado ontológico donde todo pierde importancia, excepto la acción de jugar que se convierte en la única justificación del ser. Así, se podría crear una situación existencial similar entre el participante, la obra y el artista, pues el acto creativo es también una realidad de trance o ruptura de ese estatus ontológico. Esta línea de investigación tiene mucho que ver con el acercamiento que tuvo a la artista brasileña Lygia Clark (1920-1988), fundadora junto con Helio Oiticica (….) del movimiento neo-concretista que plantea que a través de la de la participación, la obra y el público deben convertirse en una unidad de creación. En la creadora, se encuentra presente también la trama como objeto estético y participativo para crear paradojas visuales y establecer contactos reales entre los participantes que genere una conciencia de colectivo creativo.

«No puede existir el arte por el arte, sobre todo para mí, debe ser crítico, no crítico social sino de lo que el hombre es y hacia dónde va. Toca más la filosofía que lo social en un mundo que se ve que cada día se va desmoronando».
Asdrúbal Colmenárez