Los museos nacionales legitiman el 4 de febrero a través del arte.

Entrevista al investigador Gerardo Zavarce por: Carmen Victoria Méndez
Tomado del Diario El Nacional del 11-02-2012

El investigador Gerardo Zavarce considera que Arte/política presenta una curaduría parcializada

El 4 de febrero de 1992 tuvo como base de operaciones un museo, el Histórico Militar. Sin embargo, no fue sino hasta la semana pasada que el golpe se convirtió en material de exposición. Instituciones como el museo de Bellas Artes, el Alejandro Otero y el Jacobo Borges han dedicado muestras a la conmemoración del vigésimo aniversario de la “gesta fundacional” del proyecto político del presidente Hugo Chávez.

La más comentada hasta ahora es Arte/política, que se exhibe en el Museo de Bellas Artes. Las razones son varias: es la institución más céntrica de las 3, su colectiva abarca 7 salas, de entrada el tema de la muestra no es expresamente chavista y, a juicio del investigador Gerardo Zavarce, el titulo promete saldar una deuda que la historiografía aun tiene pendiente: el análisis de los fenómenos políticos contemporáneos a la luz del arte. Fue por eso que acepto una investigación de EL NACIONAL para acudir al museo y analizar la exposición durante 90 minutos.
Su primera observación de la exhibición es de orden formal. “Hay una excesiva carga de obras en la sala. Las piezas no respiran. Es una curaduría similar a la de la primera mega exposición: mezcla diversos formatos, técnicas y épocas. Eso significa un problema a la hora de hacer una lectura”, señala.

En la primera sala se entremezclan una serie de copias de los bocetos del GUERNICA de Pablo Picasso; un texto que cita las descripciones que Alejandro de Humboldt hizo entre 1799 y 1801 en su expedición al país; la acuarela Sátira del colonialismo alemán con personajes militares y Juan Vicente Gómez, creada por Leo (Leoncio Martínez) en 1912; fotografías de los años ochenta que muestran la guerra en Centroamérica; el boceto del fresco liberación de los esclavos, realizado por Pedro León Castro entre 1951 y 1952; y lienzos de Gabriel Bracho, un pintor influenciado por el muralismo mexicano.

Más adelante están Jacobo Borges y la nueva figuración, una serie de litografías de Luis Guevara Moreno, una imagen del desfile del 1° de Mayo de 1968 tomada por Paolo Gasparini y una obra de papel de Carlos Contramaestre. No hay orden cronológico, ni una clasificación de las piezas de acuerdo con periodos, técnicas u otros criterios formales. “Hay un amasijo variopinto. Indudablemente son muy buenas obras, pero se diluye su contenido por una decisión curatorial, que las saca de contexto. Uno espera una lectura de contenido, pero no entiendo por qué no contraponen a Bracho con Borges, si no que lo ponen cerca de los grabados de Luis Chacón. Lo valioso seria poder hacer un contraste, establecer relaciones. En la sala 3 están las autocopias de Claudio Perna y uno se pregunta qué hacen frente al trabajo del español Carlos Saura”.
El investigador dice que es difícil precisar qué es lo que la exposición quiere transmitir. Los textos de sala tampoco cumplen la función de contextualizar la obra. Por ejemplo, la fotografía Mi mágnum y yo (Edgar Romero, 1997) muestra a un joven con una pistola en un barrio, matizada con una cita rotulada en la pared: “Muerte a los golpistas”. David Morales Bello. 1992”. En ningún momento se aclaran cuales son las fuentes de los epígrafes utilizados.
Zavarce señala vacios que revelan que hubo poca investigación por parte de los curadores. El arte republicano brilla por su ausencia; también el de la última década, lo que se intenta paliar con la incorporación de algunos lienzos recientes de pintores comprometidos como Ender Cepeda y Régulo Pérez.

A su juicio faltan obras emblemáticas como In god we trust de Antonio Hernández Diez, El rancho de Meyer Vaisman y La Alcantarilla de Juan José Olavarría, que pertenecen a la Colección Museos Nacionales. Tampoco está la perspectiva política del género de artistas como Argelia Bravo o Sandra Vivas. Ni Mateo Manaure con Colores de mi Tierra o las propuestas de El Techo de la ballena. “Así como existe la comida rápida existe la curaduría rápida, parcial, sin ningún soporte investigativo. Pareciera que dijeran: vamos a sacar todas las piezas, mientras más masa más mazamorra, porque necesitamos generar un discurso dentro del arte para legitimar desde el museo un hecho como el 4 de Febrero. Es una curaduría al servicio de una supuesta efeméride en la que el arte no tiene valor individualmente. Acá podría estar cualquier cosa, lo que se necesita es armar un tinglado, una escenografía. Lo que termina ocurriendo es que vacías el contenido, adormeces la obra para lograr esos objetivos.”

Zavarce considera, sin embargo, que la muestra ofrece la oportunidad de ver buenas piezas que tenían tiempo sin ser exhibidas, como los afiches de Santiago pol. Lo que sucede es que la propuesta es sumamente conservadora. “Con estas obras se pudo haber logrado una magnífica exposición. Me hubiera gustado una curaduría crítica que pusiera sobre la esfera pública lo político en el arte, que es algo que la historiografía reclama, pero se perdió la oportunidad. El verdadero gesto político es ver la Reticulárea de Gego cerrada, con un punto rojo sobre la puerta”.

POPULARES Y CONTEMPORÁNEOS

Si bien en el Museo de Bellas Artes no hay una apología directa a los sucesos del 4 de febrero de 1992, no puede decirse lo mismo de otras instituciones que también ofrecen muestras alegóricas a la fecha. En un recorrido realizado ya sin la compañía de Gerardo Zavarce se constató que el Museo Jacobo Borges dispuso de toda su planta física para conmemorar el golpe. Hay un Salón de Arte Popular dedicado enteramente al tema, en el que la totalidad de las obras celebra la gesta. Hay desde retratos del presidente Hugo Chávez hasta pinturas de corte épico que muestran a Simón Bolívar guiando la intentona golpista, o a Carlos Andrés Pérez diciendo que prefiere bailar golpe tocuyano. Esas piezas se exhiben en los dos niveles del museo. Además, hay una exposición documental que reconstruye los hechos a través de textos, fotografías y otros objetos, comienza con el Caracazo y termina en el 27 de Noviembre. Aunque está bien documentada, omite datos importantes como el número de víctimas que dejaron los hechos. En el piso de arriba están las obras que participan en un salón de fotografía convocado especial mente para la ocasión. Son proyectadas por un video Bin directo sobre la pared. El resultado es una sucesión de imágenes torcidas y borrosas.

En el museo Alejandro Otero el golpe es abordado por artistas contemporáneos. La colectiva se destaca por la calidad de la museografía y el montaje, y aunque la mayor parte de las piezas sean palaciegas, son mostradas de forma ordenada.